¿Sirve para algo tener razón?
Es evidente que cualquier persona más o menos normal elegiría ser feliz en vez de tener razón, porque, ¿quién no quiere ser feliz?
Pero lo curioso del tema es que la mayoría de las veces, inconscientemente, elegimos tener razón en vez de ser felices.
Haz un pequeño ejercicio de auto observación y trata de recordar alguna de las veces que has discutido con alguien por defender tu punto de vista. Ahora trata de contestar con honestidad a la siguiente pregunta:
¿Embarcarme en esa discusión por defender mis creencias me sirvió para algo?
No sé cuál será tu respuesta, pero sí sé cuál es la mía y lo cierto es que la mayoría de las veces que he discutido con alguien no me ha servido para nada excepto para enfadarme y gastar mi energía inútilmente. Y eso es porque nuestro ego trata siempre de hacernos creer que tenemos razón y por tanto no tiene sentido pelear con nadie por defender nuestro punto de vista, pues la otra persona tiene su punto de vista propio y a menos que mientras defiendes el tuyo, logres desmontar sus creencias, no servirá para nada la discusión y desmontar una creencia arraigada no suele ser algo que ocurra durante una discusión, especialmente si esta es acalorada.
Tener razón no produce satisfacción duradera
Ser feliz no es compatible con pelear por tener razón, porque cuando alguien quiere tener razón y se encuentra con otra persona que no se la da, la única opción que tiene es pelar para defender su punto de vista y peleando no es posible ser feliz.
Como explico en mi libro Los Milagros del Curso de Milagros:
“Tener razón solo te da una pequeña satisfacción inmediata, pero no es duradera y la mayoría de las veces tu oponente ni siquiera te da la razón de verdad, solo ha cedido para no seguir perdiendo el tiempo, pero aunque te diga que tienes razón, seguramente se irá con la idea en su cabeza de que no la tienes, que la razón la tiene él, pero que no merece la pena intentar razonar contigo, o ¿acaso no te ha pasado eso alguna vez cuando tu mismo has cedido en una discusión?, que aún habiendo cedido, en tu interior sigues pensando que tienes razón.
La cabezonería tiene un nombre: Ego. Ahora puedes sonreír y darme la razón o no, a mí me da igual, yo he elegido ser feliz, ¿tú que eliges?”